Las invasiones inglesas que ocurrieron a principios del siglo XIX, dejaron en evidencia que las autoridades españolas eran sumisas frente a los ingleses y faltaban una militarización de la ciudad para defenderla. Liniers asumió la jefatura de armas y se organizaron milicias según criterios étnicos (milicias de españoles, de criollos, de indios, pardos y morenos). Se modificó la administración de los recursos, ya que parte del dinero que antes iba a España, quedaba en Buenos Aires para sostener los cuerpos de milicias.
Como el virrey Sobremonte, en la primera invasión inglesa (1806) se retiró a Córdoba en busca de ayuda militar y en la segunda (1807) no interpuso resistencia, una junta de guerra convocada por Liniers resolvió destituirlo. Se dió protagonismo a instituciones como el Cabildo y a individuos, como Santiago de Liniers y Martín de Álzaga, quien organizó la resistencia de los habitantes de Buenos Aires.
El libre comercio, establecido por los ingleses en Buenos Aires y Montevideo, mostró a sus habitantes las ventajas de este sistema, en contra del monopolio español. Las tasas aduaneras eran bajas y se redujeron los derechos que gravaban las exportaciones de cuero.